El gato se va de marcha

   Hola, hola. Hoy vengo a contaros mi experiencia maquillando a este gato melindroso que veis en la foto, ya que se iba con el grupo de catequesis a alegrarle el carnaval a un grupo de abuelitos de una residencia de ancianos.

   A sus 12 años, ya yo pensaba que todo iba a ser mucho más fácil y que nuestro experimentos en el ámbito del maquillaje podrían ir un poco más allá; pero desafortunadamente me equivocaba. ¡Vaya "clienta" más difícil me fue a tocar! Sus ideas no tenían nada que ver con las mías, así que como la cara no era mía no pude hacer lo que me hubiera gustado, eso sí, en algunas cositas si que hice un poco lo me vino en gana. 

   La lucha comenzó en la base, ya que aquí la modelo en cuestión tan sólo quería una nariz y unos bigotes y yo, como buena adicta al mundo de la fantasía, de la luz y del color, tenía en mente un gran proyecto (que no pude llevar a cabo). La base más clarita la conseguí aplicar, incluso experimenté con diversos contornos, que le daban un aire muy cuidado al maquillaje. Llegados a los ojos, nuevamente ideas dispares. Yo optaba por algo más felino, quizá con alguna purpurina. Pero nada, que a la muchacha se le antoja algo estilo leopardo. "Pero no tengo los materiales necesarios para eso, tenías que habérmelo dicho antes". Ante la insistencia tuve que lanzarme a la aventura con una sombra en crema dorada, un perfilador de labios y un lápiz negro (tan mal no quedó). Pero la odisea continúa, ya que no sólo tenía que enfrentarme a los caprichos del gato feroz. No, eso no era suficiente. La lucha continuaba. Por un lado no paraba de moverse y de intentar ver la tele mientras intentaba pintarle los ojos; por no hablar de sus gesticulaciones a la hora de tratar de pintarle los bigotes ni de sus cosquillas al pintarle la nariz... Si a todo esto le añadimos una pequeña pony agarrada a mis pantalones y bajándomelos cada vez más mientras intentaba mantener el pulso. Pues que más os voy a contar. Y por si esto fuera poco, la niña va  y me dice que no le gustaba y que se lo quería quitar. 

   Finalmente le desmaquillé los labios, porque al no parar de moverse fue tarea imposible el tratar de delinearlos en negro. Pero, cosas de la vida, tras varias fotos de paparachi tipo descuido, se le quitó el enfado y se puso muy contenta, porque le gustaba el resultado. Ains, cosas de crías.

   Ahora que Afrodita me ampare con el reto que me queda. Y es que la muchacha se quiere disfrazar de china y quiere que le haga un maquillaje tipo geisha. Con suerte mi marido estará en casa y se ocupará del pequeño pony. ¿Pero qué hago yo con Adriana para que pare quieta?

Continuará...